domingo, 18 de marzo de 2012

I want to ride my bike

Me gustaría que hubiera más ciclopistas en la ciudad, pues mi vida correría menos riesgos. Me encanta manejar mi bici. Si pudiera, me iría a cualquier lugar en ella pero a veces llueve, y no se puede escuchar música.

Andar en bici es una de las cosas más fascinantes que conozco. Me gusta sentir la adrenalina de circular en avenidas muy transitadas o pasar por lugares realmente tenebrosos. Disfruto la sensación de quedarme sin aliento. Hoy casi me desmayo por tanta fatiga y todavía me faltaba el regreso.

Gracias a mis paseos en bici, he descubierto detalles de la ciudad, como el kiosco de los ecos de Tlatelolco o la plantita de marihuana en las islas de C.U.

En los viajes en bici puedo admirar mejor el cielo. Hay partes en las que hasta puedo cerrar los ojos y dejarme llevar por el viento.

Me doy cuenta de lo enorme que es esta capital, de los misterios que esconde en sus rincones, de los árboles silenciosos y testigos de nuestros movimientos.

En la bici me he enamorado, caído, perdido, reconciliado… He llorado, he olvidado.

lunes, 5 de marzo de 2012

Carta a J.I.

Pensaba que nos habíamos olvidado y que lo hacíamos para convertirnos en mejores personas, para dejar de hacernos daño, para no sentir más nudos en el alma.

No esperaba volver a verte. Ninguna casualidad sería tan grande como para encontrarte, y mucho menos en otro continente. Pero estabas ahí, a miles de kilómetros de nuestra ciudad, de nuestro Zócalo y nuestro Bellas Artes, sentado en esa escalera en esa playa del Mediterráneo.

Creía haberte olvidado, pero te reconocí a la menor señal de tu presencia. Y me di cuenta de que nunca había renunciado , de que, a pesar de todo, te sigo invocando.

No quería hallarte pero en el fondo sabía que la vida es extraña, que podría conseguir situarnos a la misma hora en la misma ciudad, en la misma escalera. Que esa combinación de circunstancias me harían sospechar que puede existir un destino…, nuestro destino.

El reencuentro (que en realidad no fue un rencuentro, porque no te hablé, porque no me viste, porque fui cobarde) había sido la casualidad más grande que la vida me había presentado... Pero no te hablé, porque tuve miedo de que tú sí me hubieras olvidado.