lunes, 27 de febrero de 2012

Problemas el shuffle

No entiendo a las personas que le ponen shuffle a su reproductor de audio y le dejan a este la responsabilidad de escoger las canciones que serán parte de su día.
A mí me gusta armar un playlist a diario: mientras trabajo, mientras manejo, mientras camino, en el metro, en el parque, para hacer el “quehacer”, para comer, en fin, hasta para esperar mi turno en la fila de las tortillas.
Me gusta escuchar a Belle and Sebastian cuando estoy de buen humor porque me ponen de mejor humor.
Radiohead, Beach House o Rusian Red son de las bandas más desgarradoras que conozco; su música está llena de nostalgia y por alguna extraña razón cuando estoy triste me gusta ponerme más triste.
Para cantar con despecho hay muchas bandas. Están las canciones como “Adiós” de Cerati, “Monitor” de Volován o “Lo que no fue no sera” de José José. Esas, las canto a todo pulmón y a moco tendido.
Para amenizar un día romántico escucho a Pulp , Café Tacuba, David Bowie, y por su puesto a los Beatles. Me imagino a las parejas que deben estar dedicando sus canciones a cada momento.
Mi banda favorita del mundo es Queen y creo que es porque me trae recuerdos de la infancia. Mis primos “los grandes” las ponían a todo volumen mientras lavaban sus motos: yo las tarareaba todas. Recuerdo el día que se murió su vocalista, Freddie Mercury: mis primos y hasta mi papá estaban tristes. Conforme fui creciendo me gustaban más y más y le fui entendiendo a las letras. Queen es para todo momento. Tienen rolas felices, tristes, locochonas, románticas, bailables, rockeras y de todos esos adjetivos que se le pueden atribuir a una rola.
Hay canciones que me gusta poner para hacer ejercicio, como las de los Pixies, Molotov, o de los Foo Fighters. Con esas me creo ruda y corro más rápido o hago más abdominales.
También están las que me gustaría que un día me dedicaran y rolas que algún día dedicaré. Rolas que me gusta escuchar bajo la lluvia y las que nadie sabe que me gustan.
Tengo listas de canciones para todo... Hasta para dormir.

Yo

martes, 21 de febrero de 2012

Los Caifanes

Memo es el más “fan from hell” de los Caifanes que conozco. Lo acompañé a todos los conciertos que dieron en la ciudad. Terminé aprendiéndome cada una de las canciones y cantándolas a todo pulmón en las últimas presentaciones.
En marzo fue su reencuentro y estuvimos ahí. En octubre dieron seis presentaciones y estuvimos ahí. En diciembre dieron dos y ahí estuvimos.
La primera vez que los vi fue en el Vive Latino. Recuerdo que metimos unos vinos, y ahí adentro los mezclamos con unas cocas. Así que para el turno de los Caifanes mi cuerpo ya no distinguía entre el rock y la cumbia. Aún no me daba cuenta de lo que podían llegar a gustarme.
La segunda, y la mejor para mí, fue en el Palacio de los deportes. Tomamos mucha cerveza y ver a tanta gente así de exaltada me hizo emocionarme desmesuradamente. No es que yo sea una villamelón, sino que me dejé llevar por el momento y gritaba en todos los coros que reconocía.
Escuchaba frases como “Saúl para presidente chingao” o “Saúl tú si eres raza”. Saúl Hernández es el vocalista y “front man” de la banda. Sus discursos entre canciones siempre son en pro de los derechos humanos y críticas a la represión del país. Me gustaba voltear a mí alrededor y mirar las caras de los asistentes: caras llenas de plenitud y entusiasmo. Me estremecía el hecho de escuchar a 20 mil personas coreando.
Toda su música terminó por cautivarme. Poco a poco me iban conquistando. En el segundo y casi todos los conciertos tocaban “Nos vamos juntos” una rola que cada vez me gustaba más, pues Diego Herrea, el tecladista, se quedaba haciendo un solo al final: unas cuerdas que iban disminuyendo y luego regresaban para hacer explotar la canción. Disfrutaba mucho ese momento.
Memo se sabía todas- todas: hasta las más desconocidas. Lograba predecir qué canciones, y en qué orden, las tocarían. Se sabe todos los solos de guitarra y algunas las toca en la batería. (me gusta que le gusten tanto).
Asistir a conciertos se me hace uno de los ritos más románticos que existen. Me complace unir mi alma con la de los demás a través de la música, a través de los gritos y del baile. Me gusta ver a la gente tan entregada que a veces me contagian y hasta me hacen llorar.

lunes, 13 de febrero de 2012

Olmo

Hace unos cuatro años, en uno de los momentos más melancólicos de mi vida, compuse una canción de desamor al piano. No tenía claro lo que quería que dijera. Solo sabía que era el resultado del conjunto de emociones encontradas en mi cuerpo. Era únicamente música, una rola compuesta en la menor: la clásica “intro, verso, puente, coro, verso, coro”.
Visité a mi amigo Jair (un pianista de clóset porque lo que “le deja” es ser instructor de Pilates) para que me diera su opinión. Me recomendó que el la disminuido entrara en contratiempo y así el resultado sería una canción muy cautivante.
Se la dediqué a Pixel. La grabé en un disco y se la dejé en el parabrisas de su coche. Nunca supe cuál fue su sentimiento al encontrarla y escucharla. Tal vez nunca la escuchó, tal vez el viene-viene se la robó y nunca supo de su existencia. Tal vez usa el CD de porta vasos…
Al mismo tiempo que todo ese manojo de sentimientos me mangoneaba, leía Rayuela, uno de mis libros favoritos. Recuerdo estar en una banqueta leyendo el capítulo 92 con un llanto imparable. Leerlo me hacía entender mi situación. Era inevitable sentirme identificada con la Maga o con cualquiera de las circunstancias presentadas en ese libro. Parecía que lo habían escrito para mí. Cortázar me lo había mandado para salir de mi depresión. Y entonces, inspirada en el capítulo 92 de Rayuela, surgió la letra.
En casa de Sofía todo tomó forma. Ella contribuyó con algunas frases como “Y camino de lado a lado” o “Donde no hay ningún gato gris” (ella es muy fan de los gatos). Estuvimos el día entero trabajando en la letra. Por fin la rola estaba lista para ser presentada a la sociedad. Al terminar fuimos a echar unas chelas al Río de la Plata y conocimos a unos muchachos con nombres extraños. Uno de ellos se llamaba Olmo. Se nos hizo chistoso y entonces así titulamos la canción.
Se la mostramos a Cachi, Danyx y Daniel. Les pareció que podía ser un buen sencillo, le hicieron arreglos y finalmente la grabamos en un estudio. Hoy, después de años de trabajo, “Olmo” suena en la radio. La gente nos escribe para decirnos que se identifica.
Nuestros papás nos mandan mensajes cada que la oyen.