martes, 21 de febrero de 2012

Los Caifanes

Memo es el más “fan from hell” de los Caifanes que conozco. Lo acompañé a todos los conciertos que dieron en la ciudad. Terminé aprendiéndome cada una de las canciones y cantándolas a todo pulmón en las últimas presentaciones.
En marzo fue su reencuentro y estuvimos ahí. En octubre dieron seis presentaciones y estuvimos ahí. En diciembre dieron dos y ahí estuvimos.
La primera vez que los vi fue en el Vive Latino. Recuerdo que metimos unos vinos, y ahí adentro los mezclamos con unas cocas. Así que para el turno de los Caifanes mi cuerpo ya no distinguía entre el rock y la cumbia. Aún no me daba cuenta de lo que podían llegar a gustarme.
La segunda, y la mejor para mí, fue en el Palacio de los deportes. Tomamos mucha cerveza y ver a tanta gente así de exaltada me hizo emocionarme desmesuradamente. No es que yo sea una villamelón, sino que me dejé llevar por el momento y gritaba en todos los coros que reconocía.
Escuchaba frases como “Saúl para presidente chingao” o “Saúl tú si eres raza”. Saúl Hernández es el vocalista y “front man” de la banda. Sus discursos entre canciones siempre son en pro de los derechos humanos y críticas a la represión del país. Me gustaba voltear a mí alrededor y mirar las caras de los asistentes: caras llenas de plenitud y entusiasmo. Me estremecía el hecho de escuchar a 20 mil personas coreando.
Toda su música terminó por cautivarme. Poco a poco me iban conquistando. En el segundo y casi todos los conciertos tocaban “Nos vamos juntos” una rola que cada vez me gustaba más, pues Diego Herrea, el tecladista, se quedaba haciendo un solo al final: unas cuerdas que iban disminuyendo y luego regresaban para hacer explotar la canción. Disfrutaba mucho ese momento.
Memo se sabía todas- todas: hasta las más desconocidas. Lograba predecir qué canciones, y en qué orden, las tocarían. Se sabe todos los solos de guitarra y algunas las toca en la batería. (me gusta que le gusten tanto).
Asistir a conciertos se me hace uno de los ritos más románticos que existen. Me complace unir mi alma con la de los demás a través de la música, a través de los gritos y del baile. Me gusta ver a la gente tan entregada que a veces me contagian y hasta me hacen llorar.

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